martes, 7 de julio de 2009

VEINTICINCO METROS ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE


"EN RECUERDO DEL DÍA QUE UN ANGEL SE FUE AL CIELO"

Por Arleth Badilla


Es viernes por la mañana, la pereza me embarga al pensar que es mi último fin de semana de vacaciones sin embargo, nada me pudo hacer imaginar que se trataba también, del fin de semana más duro, difícil y triste que hasta el momento había pasado.
El día transcurre sin más de lo normal, a las cinco de la tarde mientras veo un programa de televisión, aparece en la pantalla un avance de noticias de un medio nacional.
De inmediato un colega informando sobre un accidente de tránsito ocurrido frente a Terramall, un hombre llora sobre el cuerpo de una joven quien evidentemente esta muerta, la cantidad de sangre que los cubre a ambos es más de lo que un cuerpo puede perder para seguir con vida.
Al instante salgo del cuarto, la imagen me impacta más de lo acostumbrado, le comento a mi mamá que los medios nacionales han perdido el respeto a la dignidad humana como dice uno de mis profesores.
Espero lo prudente y regreso al cuarto con el deseo de que haya finalizado el avance, pasaron dos o tres minutos, tomo asiento y continuo mirando mi programa.
Cinco minutos después suena el teléfono contesto rápidamente, es Nadia una amiga del colegio con la que hace varios días no hablaba.
- Na, ¿Cómo estás?
- Bien ¿Y vos?
- Super bien ¿Cómo va todo?
- Bien. Pasó algo.
- ¿Cómo paso algo? ¿Qué te pasa, por qué hablas así?
- Susana se mató, me dice sin rodeos.
Susana, una compañera y amiga del colegio acababa de ser atropellada por uno o dos carros no supo explicarme bien, en ese momento me quedo sin palabras y solo le pregunto ¿Fue en Terramall?
Sí y luego de decir un par de cosas más me corta el teléfono. Ese instante ha sido el más largo de mi vida.
Mi mamá y mi hermana me ven consternadas y me preguntan que pasa, no logro decir nada las lágrimas de inmediato se me vinienen a la cara.
No puedo explicar lo que siento, el corazón se me estremece y no puedo controlar el cuerpo, tiemblo como si estuviera muriendo de frío, la noticia me impacto a un punto que no me deja hablar.
Controlarme fue un poco difícil, pero luego de que lo conseguí tuve durante el resto de ese día y la noche pequeños lapsos en los que perdía el control de nuevo y estallaba en llanto, así transcurrió esa noche del día en que Su murió.
Al día siguiente desperté con el ánimo por el piso y recibiendo llamadas de todos mis amigos quienes se llamaban los unos a los otros haciendo correr la noticia que consterno a todo el cantón de Paraíso.
La noche llegó rápido y con ella la vela, pensé durante más de una hora fuera de la funeraria si entrar y mirarla muerta o recordarla por siempre como era.
Con esa sonrisa hermosa, su cabello rubio y lacio que le caía por los hombros y le daba junto con sus bellísimos ojos azul cielo esa apariencia de extranjera que tenía, pienso que era un angel.
Al final unos amigos me convencen de entrar y no postergar este momento que podría arrepentirme de dejar pasar, pues después del entierro de mañana aunque lo deseara no podría verla nunca más.
Adentro , observo al fondo y como si pareciera estar a kilómetros un ataúd de madera iluminado por una luz tenue, rodeado de flores de colores y con un crucifijo de plata en la pared. Creo que hasta ese momento caí en cuenta de que era verdad Su estaba muerta.
Hago una corta fila hacia el ataúd, a mi alrededor escucho ese cuchicheo característico de toda vela en la que la gente trata de hablar en vos baja pero como todos lo hacen a la vez al fin de cuentas no existe el silencio que se pretende mantener.
Por fin llega mi turno en la fila, dos pasos hacia delante y miro sus manos con un ramillete de girasoles en ellas y un rosario de oro colgando, luego dejo que mi mirada suba despacio tiene puesto un vestido blanco con encajes y una cadenita de oro en el cuello.
Suspiro despacio y cortado pues me falta el aire y la miro a la cara, de inmediato se me estremece todo el cuerpo, siento como las lágrimas que tenía atoradas en la garganta caen por mi rostro. Jamás pensé que el corazón pudiera doler hoy me duele hasta el alma.
De inmediato recuerdo un día de colegio en que me invitó a almorzar a su casa y como su mamá estaba trabajando ella preparó el supuesto almuerzo, un sándwich y una smirnoff, frente a ella miro como cada momento que pasamos juntas pasa frente a mis ojos.
Esto me pasó toda la noche, he recordado cada palabra, cada risa, cada cumpleaños que por cierto celebramos el mismo día 24 de mayo, así paso la noche de la vela.
Al día siguiente la iglesia decorada con flores blancas de todo tipo parece estar a punto de ser testigo de un matrimonio en lugar de un funeral, el féretro entrando en el templo abarrotado de gente es el inicio del fin de este horrible primer fin de semana de setiembre.
Unas palabras del padre junto con otras hermosas frases dichas por Catherine la hermanita menor de Susana describiendo a su hermana, le dan paso al fin definitivo en el cementerio a unas cuantas cuadras.
Ya en mi casa por fin tengo tiempo de leer los periódicos, los cuales difieren entre ellos en la edad de la fallecida pero coinciden en un detalle el motivo del accidente. Susana una joven estudiante de enseñanza especial de la UCR, puso sus sueños y su vida en manos de un puente peatonal que no quiso usar para cruzar la carretera aquella tarde.
Las fotografías e imágenes de los medios presentan un cuerpo ensangrentado en la autopista Florencio del Castillo detrás del cual se divisa a escasos veinte cinco metros ese puente peatonal que Susana no utilizo por algún motivo aquel día.

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