miércoles, 5 de agosto de 2009

El verde día D

Por Floriella Rivas
El día empezó realmente cuando llegamos a la Escuela Pilar Jiménez en Guadalupe, Goicoechea. Eran las once de la mañana y mi objetivo principal era entrar, votar y salir lo antes posible para dirigirme con mi familia al Parque de Diversiones.
Como muchos otros ciudadanos de este noble país, supuse que el movimiento electoral para la Convención Interna del Partido Liberación Nacional alcanzaría, si acaso, la tibieza de las últimas campañas políticas.
Un amigo que trabajaba en la organización de la tendencia de Laura Chinchilla en San Ramón me había contado que el día avanzaba lento pues la asistencia de los electores a las urnas era baja. Eso me hizo creer que duraría menos de diez minutos en mi tarea de votar.
Sin embargo, en el centro de votación que me tocaba votar la gente pululaba en la entrada. Lo primero que hice fue sopesar con un vistazo cómo se veía el pulso entre las dos tendencias mayoritarias; Araya y Chinchilla.
Un niño de unos 12 años, enfundado en una camiseta que decía “Laura Chinchilla: firme y honesta” me emboscó en la acera y me ofreció guiarme hasta mi mesa.
“Gracias amor, yo ya sé en qué mesa me toca”, le dije. Por supuesto que sabía. Me había dado a la tarea de averiguar el número de mesa para agilizar el proceso. Tenía que buscar la mesa 315.
“No importa, yo la acompaño”, me replicó el niño. No pude negarme. Su entusiasmo me contagió y sentí un leve cosquilleo democrático en mi estómago. Además, el niño llevaba puesta la camiseta de la elección para voto que se me hacía más atractiva.
Encontramos la fila de la mesa 315 y para mi gran desilusión era la más larga de todas las que se podían ver en el salón de la escuela. Ni modo; me puse a hacer fila. En competencias tan parejas cada voto cuenta.
Mientras esperaba y desesperaba porque la fila, como es de suponerse cuando hay prisa, no se movía ni se movió en diez largos minutos, me topé a María Elena, una antigua vecina. Me reconoció y la saludé.
“Ay muchacha, no sé qué hacer”, me dijo con cara de angustia. “Me acabo de topar como a diez amigos que me dicen que vote por Araya, y a otros diez que me dicen que cuidado no voto por Chinchilla”.
“No les haga caso, María Elena, no se atormente por eso”, le dije en voz alta. “Vote por quien usted crea que es mejor”, le terminé de decir.
Con cara menos atribulada me contestó que eso era lo que iba a hacer. Le dije que se fuera a colocar al inicio de la fila pues los adultos mayores tenían preferencia. Me hizo caso y se fue directamente a la puerta del aula.
Yo seguí mi espera y vi cómo 4 viejitos más se metieron delante de todos los otros de la fila. Eso no contribuía con mi prisa por salir de ahí. En eso vi a María Elena salir y dirigirse hacia mí.
“Ya me voy, ya voté. Ya sé qué voy a hacer: a los que van con Araya les voy a decir que voté por Araya y a los que van con Chinchilla les voy a decir que voté por Chinchilla. ¡Así ninguno se enoja conmigo!”
Le dije que esa era una decisión salomónica y que me había dado mucho gusto verla de nuevo. Se fue y seguí esperando en la fila. Eran las once y media cuando salí del recinto de votación.
Mi impresión del proceso fue que hizo falta mucho orden en la organización, pero la principal interrogante que flotaba en el ambiente era quién iba a quedarse con la candidatura presidencial. La puja se veía muy pareja.
Los simpatizantes de Laura Chinchilla aseguraban que ganaban la contienda por un margen de, al menos, 5% mientras que los “arayistas” pronosticaban un gane rotundo con un 10% de ventaja. Los números de Berrocal ni siquiera se tomaban en cuenta.
El día pasó rápido y al ser las siete de la noche, ya de vuelta en mi casa, me dispuse a investigar con mis contactos en el Balcón Verde acerca de cómo iba el conteo de votos. Los datos empezaron a ponerse interesantes a partir de las nueve.
Al parecer, todas las mesas que llegaban contadas llevaban etiquetado el nombre de Laura Chinchilla como ganadora. La situación se mantuvo en esa tendencia hasta muy avanzada la noche.
El último reporte lo recibí de la televisión casi a las once. Estaban declarando a Chinchilla como la nueva candidata a la presidencia por el partido Liberación Nacional.
Al día siguiente, con un panorama más claro y documentado del verdadero comportamiento de la votación, los datos publicados ratificaron la victoria de Chinchilla con un 53% de los votos. Johnny Araya obtuvo un 42% y Berrocal un 3%.
La gran sorpresa para muchos fue el hecho de que Araya, alcalde de San José desde hace más de una década, no ganara en la provincia donde ha realizado toda su gestión política. San José además representó la mayor participación de votantes con un 45% del total de votos emitidos.
La convención verdiblanca logró convocar a las urnas a más de 500 mil votantes, o sea, una quinta parte del padrón electoral del país.
Sin embargo, lo más relevante de esta convención fue que colocó en la campaña electoral del 2010 a la primera mujer con posibilidades reales de llegar a la presidencia de Costa Rica.

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