miércoles, 5 de agosto de 2009

“Yo soy un bohemio”

Por Alejandro Méndez Leiva
El bar Buenos Aires, de 100 años de edad, es un lugar de aspecto triste, de capa sobre capa de una mala pintura que intenta maquillar la edad del inmueble, ventanas rotas y malos arreglos que son como cicatrices que se resisten a sanar, pero todos estos remiendos nos reciben de una manera acogedora y nos invitan a pasar un buen rato con el autor de Herido de Sombras.
–Yo tengo una gran debilidad por estos lugares– nos contestó don Mario al preguntarle por que este bar de aspecto de mala muerte le genera tanta inspiración.
Ahora este lugar se convierte en punto de encuentro entre un numeroso grupo de estudiantes universitarios, quienes con gran curiosidad aceptamos la invitación del profesor para entrevistar a uno de los mejores escritores de nuestro país, pero más que una entrevista se convirtió en una tertulia.
–Yo soy un bohemio–, esa es la frase que más me impactó de don Mario Zaldívar cuando le preguntamos como describía mejor su forma de ser, claro está que su estilo no es el de un indigente drogadicto como el bien lo aclaró, por el contrario, bien vestido con una camisa de manga larga abotonada en los extremos de las mangas y un particular sombrero lo exponen a la curiosidad de quienes lo vemos llegar.
Como buenos estudiantes de periodismo, no vacilamos en la tarea de preguntar e indagar en los más profundos pensamientos del escritor para saber cuales aspectos de su vida lo inspiraron en la elaboración de este libro.
Al preguntarle el por que del pesimismo que relata en su libro, don Mario nos comenta que el es –un pesimista de la literatura–, contrario del pesimismo presente en la vida nos comenta que el es un amante de la vida, pero que no se siente bien escribiendo de la felicidad.
Él se describe como un insaciable devorador de libros, incluso nos comenta que el no duerme mucho, sus horas de sueño promedian entre las dos y tres horas, el resto de la noche sus libros lo llevan a otro mundo de sueños.
Herido de sombras tiene un alto porcentaje de verdad, los experimentos de Clorito Picado fueron reales, –es una maravilla que a alguien se le ocurra inyectar sangre de anciano a un joven– nos comenta don Mario con la misma fascinación como quien acabara de descubrir un tesoro perdido.
El libro La vida de Clorito Picado fue su mayor inspiración, según nos dice los experimentos en animales fueron exitosos, incluso Clorito experimentó consigo mismo, pero ya rondaba los 30 años, por lo cual no funcionó en él.
Nos dimos cuenta que el libro es más real de lo que pensábamos, prácticamente todos sus personajes están basados en personas que conoció don Mario a lo largo de su vida, pero el personaje que despertó más la curiosidad entre los que estábamos presentes fue La Lombarda.
–Ahora tiene como 57 años, pero está igual de guapa– nos dice don Mario, aunque con cierto hermetismo no nos quiso dar más detalles sobre la mujer que lo inspiró a desarrollar un personaje tan caliente y con un fetiche hacia los ancianos, ella según don Mario –físicamente es una cosa y espiritualmente es otra–.
A petición de quienes estábamos presentes, don Mario se anima a traer su guitarra, la tenía guardada en algún lugar del bar, que más bien parece su segunda casa.
Con sus boleros favoritos, incluyendo Herido de Sombras de Pedro Vega, don Mario nos muestra con su guitarra y con una buena afinidad en su voz, su debilidad por este tipo de música.
Son casi las once de la noche, el bar hace ratos que cerró sus puertas, solo quedamos tres estudiantes con don Mario y un amigo suyo que se acercó a charlar un rato con nosotros, –este bar nosotros lo decoramos, todos esos cables salidos y esas ventanas rotas son pura decoración, por dentro de las paredes la instalación eléctrica es moderna– nos dice el amigo de don Mario con un divertido sarcasmo.
Él terminando su copa de vino de la casa y nosotros aún tomando cerveza a pico de botella como los más corrientes, decidimos irnos y dejar tranquilo al –dueño del local, un individuo que había envejecido abriendo y cerrando las puertas del establecimiento–.
Don Mario nos despidió de la manera más amena, su amigo también lo hizo de la misma forma, y con mi promesa de leer todos sus libros, salimos del bar Buenos Aires por un portón que nos abrió un cuida carros, con un verdadero aspecto de bohemio.

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