lunes, 24 de agosto de 2009

Víctima de su destino

Por: Melissa Alvarez Barquero
Doña Julia Rodríguez es conocida como la señora de los perros en Coronado. Una vida rodeada de maltratos, pobreza y humillación no le quitan el ánimo. Violada cuando era tan sólo una niña, perdió la inocencia y comprendió lo duro de la vida. Víctima del SIDA, hoy nos cuenta su historia, con esa sonrisa y humildad que la caracterizan.
A sus 65 años, sus ojeras, piel arrugada y gastada por el sol; sus manos manchadas; son las cicatrices de la vida dura que ha llevado.
Eran las dos de la tarde del viernes 24 de julio. Me encontraba en el parque de Coronado para conversar con doña Julia Rodríguez, amiga incondicional de los perros. El viento soplaba con mucha fuerza y agitaba el pelo canoso de la mujer. Su cara era amigable, pero en sus ojos se veía claramente la tristeza que sentía.
Nos sentamos en una banca de concreto descolorida. Doña Julia, con un vestido café gastado, acompañado de un suéter amarillo, agujereado y sucio, era rodeada por más de 12 perros que la acompañan día y noche.
“La mujer de los perros” no es una mujer cualquiera. Su vida ha sido difícil desde el día en qué nació y sin embargo, ama vivir y disfruta cada día que pasa, sin saber si este será el último.
No sabe leer ni escribir, pero al hablar lo hace educadamente, con tonalidades bajas, utilizando palabras dignas de toda una señora.
Con mucha seriedad, me cuenta que a pesar de nacer en pobreza, su mamá la crió con mucho cariño, y nunca le faltó la imagen paterna que la vida le negó. Las limitaciones económicas no le quitaban la felicidad. Amaba el lugar donde nació, Puntarenas. El mar, la arena, las olas golpeando su espalda.
Fue a sus 5 años cuando encontró a Barón, su primer perro. No podía imaginar su vida sin él. Junto con Barón y su hermana Mirella, realizaban las más fantásticas aventuras. Era completamente feliz. No quería que nada cambiara, pero la vida da vueltas que no siempre queremos aceptar.
Con lágrimas en sus ojos, me cuenta que tenía 6 años cuando su mamá murió, ahí cambió toda su vida.
Desde la muerte de su madre se quedó sola. Es por eso que fue a vivir con su tía, Frida. Ella no la quería, ella en esa casa era realmente un estorbo. Con gritos, la obligaba a lavar, limpiar, cocinar.
Fue separada de su hermana ya que su padre se la llevó lejos. En esa casa vivía su primo de 35 años, Manuel. Ese era el consentido de Frida.
Arruga la cara, expresando su falta de cariño por Manuel, mientras continuaba hablando.
Una noche mientras dormía, sintió el cuerpo de Manuel sobre el de ella. Él le tapaba la boca. El olor del guaro con el sudor, ha permanecido en la memoria de Doña Julia, quién trató de gritar, patear, defenderse. Pero nada sirvió; la violó siento tan sólo una niña de 6 años.
Doña Julia, se queda mirando a una niña pequeña quien entraba a la Municipalidad de Coronado con su madre y expresa su dolor al pensar que tenía esa edad cuando fue violada por primera vez.
A la mañana siguiente de la violación, Manuel tocó a su ventana apurado, exigiéndole que tomara las sábanas con sangre para enterrarlas antes de que Frida despertara.
Con mucho dolor, la niña tomó las sábanas, y renqueando se las dio a su primo, quién reía a carcajadas al verla llorar y le decía que ahora si era toda una mujer.
Ella lo hizo por miedo, ya que sabía que si su tía se daba cuenta de la violación, la iba a matar en vez de defenderla.
Violaciones ocurrían día tras noche. Primos, tíos, amigos de la familia abusaban de ella, de esa inocente niña.
Para doña Julia, Frida conocía la situación pero nunca hizo nada hasta que una noche, cuando tenía 13 años, en una borrachera la pareja de Frida la violó y la golpeó.
Esa noche, Julia se encontraba cansada luego de haber limpiado la casa todo el día y haber preparado bocadillos para la fiesta. Todos los adultos bailaban en la sala y tomaban sin parar. La joven se metió en su cama para dormir y finalmente descansar. Ya dormida, el viejo novio de Frida entró en su cuarto, la violó y la golpeaba para que no pudiera gritar.
Su tía al percatarse de que no estaba su novio en la fiesta lo buscó por toda la casa y al verlo con Julia, la agarró del pelo y la arrastró por todo el piso, pensando que la joven lo había provocado, porque para Frida cuando violaban a una mujer, era culpa de ella que provocaba a los hombres. Luego de humillarla, la expulsó de su casa a patadas y lanzándole piedras
Doña Julia, sentía que Dios la había abandonado. Siempre fue criada en la religión, pero perdió la fe. A los dos meses, vagando en las calles, se enteró que fruto de su violación esperaba a un bebé. No tenía dinero para comer, y estaba perdida al pensar que ahora debía preocuparse por dos bocas.
Para poder vivir, empezó a trabajar en la casa de Silvia Quesada, una mujer de buen corazón quién le daba comida y techo a cambio de que Julia realizara los quehaceres domésticos. Silvia trabajaba cuidando enfermos, y dedicada a hacerle el bien a los demás.
Cuando ya Julia tenía 14 años, nació su hijo a quién llamó Luis. El fue la razón que le devolvió a Julia las ganas de vivir, a pesar de que su corta edad. El padre del niño, Orlando, la buscó constantemente para apoyarla económicamente, pero ella le tenía demasiado rencor para permitírselo.
A los años Orlando, se marcha a Estados Unidos, y Julia nunca supo más de él.
Cuando Julia tenía 30 años, conoció a José, un colombiano de apellido Ospino a quien ella llamaba “Chepito”. El la trataba con amor y respeto. Decidieron casarse. Ellos, junto con Luis de 16 años eran felices. Luis estudiaba y tenía el hogar que su madre nunca tuvo.
Sin embargo, 10 años más tarde, José muere de cáncer en la próstata y Julia queda sola nuevamente. Los hijos mayores de “Chepito”, deciden sacar a Julia de la casa en donde vivían ya que era parte de la herencia que su padre les había dejado.
Aburrida por todo, doña Julia fue a vivir en las calles de San José y ahí cayó en los caminos malos. Empezó a prostituirse, tenía asco de si misma. Pero, no tenía nada más que hacer.
Al poco tiempo Luis cayó en malos pasos. Dejó los estudios y empezó a robar junto con sus amigos. Fue buscado por la justicia, hasta que luego de 3 años fue asesinado por uno de sus rivales en el campo delictivo.
Doña Julia no lloró la muerte de su hijo. Todos sus conocidos decían que ella era mala, que no lo quería. Ella siente que simplemente no tenía lágrimas, que era seca por dentro.
-La prostitución la llevó a las drogas. Esta difícil la vida, se complicó cuando se enteró que tenía SIDA.
Sin dientes en su boca, sin uñas en las manos; doña Julia trata de encontrar una respuesta a su vida. Todos los seres que quiso la abandonaron, no tiene a nadie.
Es por este motivo que se hizo amiga de los perros. En ellos encontró el verdadero amor y fidelidad. Para ella, estos animales son mejores que los seres humanos. No juzgan, siempre la defienden, la calientan en las noches.
Hoy doña Julia no tiene hogar y vive de las limosnas que recibe. Sin embargo, quienes la conocen le brindan la mano ya que saben el corazón noble de una víctima de las injusticias de la vida.
Sus sueños truncados de ser enfermera, no la detienen. En la iglesia ha encontrado ayuda. De lo que le dan, una parte la utiliza para alimentarse ella y sus perros. La otra parte la dona a la iglesia. Su mayor deseo es ayudar algún día a los huérfanos del Hospicio de Vista de Mar.
Claramente esta mujer, quién ha llevado una vida muy dura no se ha dejado derrotar. Sabe que no le queda mucho tiempo de vida, pero está lista para descansar y estar al lado de Dios.
Mientras tanto, asegura haber perdonado a quienes le han hecho daño. Finalmente se despide y de marcha con Lolo, Pirulino, Paco y todos sus otros verdaderos amigos, sus amigos incondicionales. Doña Julia es todo un ejemplo, ya que a pesar de la vida que llevó, la ama y la valora; a diferencia de tantas personas que tienen todo y más, y en lo único que piensan es en como destruirse a sí mismos.

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